Prince of Persia: La Corona Perdida - Cómo entrar en el pozo del puerto hundido
Como en cualquier metroidvania, hay un montón de cosas que verás durante tu partida a Prince of Persia: La Corona Perdida que te harán preguntarte si puedes superarlas en tu estado actual. Una de esas cosas que probablemente todo el mundo se encontrará en algún momento es un pozo sellado en la zona del Puerto Hundido. Por suerte, todo lo que necesitas es un poco de sigilo y algunas habilidades básicas de juego para desbloquear el camino hasta el pozo y encontrar los secretos que residen en su interior.
Cómo desbloquear el pozo en las Profundidades Hundidas en Prince of Persia: La Corona Perdida
Si no sabes dónde está el pozo en las Profundidades Hundidas, nuestro vídeo a continuación comenzará dándote su ubicación y luego te mostrará exactamente cómo resolverlo. Sin embargo, como las videoguías no son del agrado de todo el mundo, también detallaremos cómo resolver este puzle en concreto aquí mismo.
Empieza en el propio pozo, salta a su tejado y luego salta y muévete hacia delante y hacia atrás para acabar en los lados seguros de las plataformas de madera con pinchos que cuelgan de las cuerdas. Puede que necesites un doble salto para llegar a la cima, pero estamos seguros de que con suficiente destreza podrás llegar con un simple salto y un tirón.
Ahora sube un nivel más y verás una rueda que se puede activar con el chakra de Menolias. Carga el chakra y lánzalo a la rueda para recoger el ancla que viste al fondo durante tus innumerables intentos por averiguar cómo abrir el pozo y acceder a la zona restringida de abajo.
Verás que aparece justo a tu lado. Desde aquí, simplemente vuelve a llamar chakra para soltar tu agarre de la rueda, y el ancla caerá en picado hacia abajo a gran velocidad, abriendo un agujero en las dos capas del pozo. Ahora que el camino está abierto, se puede explorar el pozo de Puerto Hundido en Prince of Persia: La Corona Perdida. Dirígete allí para descubrir qué maravillas, tesoros y peligros ha albergado todo este tiempo.
Mark Otto